martes, 2 de diciembre de 2008

El Monte de Santidad

Zacarías 8:3 Así dice Jehová: Yo he restaurado a Sion, y moraré en medio de Jerusalén; y Jerusalén se llamará Ciudad de la Verdad, y el monte de Jehová de los ejércitos, Monte de Santidad.
La ciudad de Jerusalén está asentada en el Monte de Sión, por lo tanto, cuando se habla de ellas, se está refiriendo a un mismo lugar.
Popularmente, Jerusalén es llamada la Ciudad Santa (o Tierra Santa). ¿Cómo un lugar de diario conflicto, en cuyo seno abunda la muerte, puede ser santo?
El Apóstol Pablo dice que hay dos Jerusalén (Gá 4:25-26: “Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud. 26 Mas la Jerusalén de arriba, la cual es madre de todos nosotros, es libre.”). La terrenal que está en esclavitud, y “la de arriba, que es madre de los cristianos y que es libre. Ambas ciudades, según este pasaje, simbolizan el Antiguo Pacto (La Ley) y el Nuevo Pacto (La Gracia) respectivamente.
Ahora bien, es por eso que la Palabra en Zacarías nos habla de restauración, un cambio, una regeneración, una mejora.
El Monte de Sión, Jerusalén, es la Casa de Dios, el lugar donde vive Dios (no los templos o edificios terrenales consagrados a las congregaciones).
¿Dónde vive Dios? La respuesta inmediata de cualquier persona, pueden ser las siguientes:
En el cielo
En el infinito
En el corazón de los cristianos
Lo que es claro, es que hay un lugar donde habita Dios y se llama el Monte de Sión, Jerusalén la Celestial. La Palabra de Dios dice que los cristianos nos hemos acercado al Monte de Dios, Jerusalén la Celestial, y no a la Terrenal (HEb. 12:18-23: Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar, y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad, 19 al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más, 20 porque no podían soportar lo que se ordenaba: Si aun una bestia tocare el monte, será apedreada, o pasada con dardo; 21 y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando; 22 sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, 23 a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos”) ¿Cómo es posible esto? ¿Hay algún requisito para entrar en el lugar donde vive Dios, sea cual sea este? Ver Salmos 15. Cuando el hombre intenta, con la ayuda del E. S., tener estos requisitos, Cristo vive en su corazón (Ef.3:17 a: “para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones”). Cristo es la plenitud de la Deidad, es Dios hecho hombre y cuando creemos en Él, entra a vivir en nosotros por el Espíritu Santo
Si la Biblia dice que Dios vive en nuestro corazón, ¿por qué dice también que nosotros nos hemos acercado al Monte de Dios, como si tuviéramos que ir a un lugar fuera de nosotros?
Cuando Dios entra en nuestra vida, nuestro corazón debe ser transformado para que le seamos un sacrificio agradable (Ro. 12:1-2)
En conclusión, cuando creemos en Jesús (Justificación) y hacemos la Voluntad del Padre (Santificación), nuestro corazón se hace cercano a Dios, pasa a ser su Templo, Casa o Morada, y se produce la Comunión entre Dios y sus Hijos. Eso hace que estemos en un mismo lugar Dios y nosotros, que ambos convivamos juntos.
Aún cuando físicamente estemos separados, espiritualmente estamos juntos. Los pensamientos de Dios comienzan a fluir en nosotros, los sentimientos de Dios, el Amor de Dios. Lo que él ve lo podemos ver, lo que él habla lo podemos escuchar, lo que Él siente lo podemos sentir, lo que él tiene lo podemos tener.
Tal era la comunión entre Jesús y el Padre, que llegó a decir “como tú y yo somos uno”. En otra ocasión Jesús dijo: “lo que he oído de mi Padre os he dado a conocer a vosotros” (Jn. 15:15).
Concluyendo, podemos decir que cuando existe Comunión entre Dios y nosotros, vivimos en el Monte de Sión, en Jerusalén la Celestial, compartimos Casa con Dios y a su vez, nosotros mismos somos su Casa.
Al haber comunión con Dios, el hijo de Dios se encuentra viviendo permanentemente en la Ciudad de la Verdad, en el Monte de Santidad.
Por : Fernando García O.

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