viernes, 5 de diciembre de 2008

PALABRAS DE PAZ Y NO DE MAL


Jeremías 29: 11 “Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis”.

El pensamiento de Dios, su propósito, se expresa en palabra. Esta palabra profética se encuentra plasmada en la Biblia. No hay otra fuente de revelación, sino sólo la Biblia. Lo que nosotros entendemos, es iluminación, no revelación ni inspiración. Cualquier libro de un ministro, o predicación, sólo es producto de la iluminación que el Espíritu Santo nos da sobre una Palabra ya revelada.
La Profecía, es el mensaje de Dios a los hombres. La Palabra además, está escrita en los corazones de los creyentes, en el sentido de que la Palabra se hace real en nuestras vidas, se aplica, y así podemos compartirla con plena convicción y certeza, más allá de tener un mero conocimiento intelectual de ella.
Cuando Dios dice conocer los pensamientos que tiene sobre nosotros, quiere decir que tiene una visión clara de lo que hará con nosotros. Dice además, que son pensamientos de paz y no de mal, es decir, Dios no pretende dañarnos, pues no es su espíritu.
Todo aquel que pretende torcer el mensaje de Dios a su pueblo acarrea condenación. Los falsos profetas, son los que comunican un mensaje que no ha venido de Dios, tanto en un sentido negativo como en un sentido positivo.
Dios quiere el bien de los que le aman y le temen (Ro. 8:1,28) y ante eso, toda profecía en contra nuestra, no tiene poder alguno. (Números 23 y 24, los tres mensajes de Balaam).
El cumplimiento de la Profecía, cuando no es la predicción de un hecho futuro inevitable, requiere el sometimiento de quien recibe la profecía, a dicha palabra.
La profecía en nuestras relaciones
En nuestras relaciones, la comunicación verbal ocupa un lugar importante. La palabra, junto con el ejemplo, son capaces de formar el carácter de una persona. En este ámbito, podemos hacer referencia de nuestras relaciones en nuestra familia y en la iglesia.

La poderosa influencia de la palabra.
Toda persona que tiene algún tipo de autoridad sobre otra, tiene también el poder de influir en otro. Este poder, las más de las veces es otorgado por la persona que se sujeta a dicha autoridad. A veces, esta influencia es recibida inconcientemente por el subordinado, aun cuando éste se encuentre en franca rebeldía. Ej.: Todo acto de un padre, influirá en su hijo, aun cuando éste sea rebelde a la autoridad paterna. Esto se debe a que inconcientemente respondemos a los moldes de nuestra sociedad.
Todo poder o autoridad, debe ser bien ejercida, pues supone una responsabilidad. Como cristianos, tenemos que comprender que de toda autoridad que recibamos, deberemos dar cuenta. El Señor nos pedirá cuenta a todos los seres humanos, respecto de cómo hemos ejercido nuestra autoridad o influencia sobre otros. Esto abarca gobernantes, ministros cristianos, padres, empleadores, jefes o líderes.
Cuando nosotros tenemos alguna influencia sobre otros, debemos tener mayor cuidado en ajustarnos a la Palabra de Dios, a su Voluntad, al Propósito que Dios tiene con nosotros y con aquellos sobre los cuales tenemos alguna autoridad.
Cuando un líder o un padre no se ajusta a la Palabra, es capaz de dañar a alguien porque desconoce los pensamientos de Dios para esa persona.
Cuando nosotros hablamos mal a alguien, proferimos palabras de maldición, somos capaces de deformar su carácter, y esto será obstáculo para la obra de Dios en aquella persona.
Cristo habló de las palabras ociosas, de las cuales daremos cuenta. Las palabras ociosas, son juicios emitidos sin fundamento, irresponsablemente.
El que no ajusta su mente a la Palabra de Dios, fácilmente puede convertirse en un falso profeta, ya que no hablará las palabras de Dios, sino que hablará “vanidad de su mente”.

Por Fernando García O.

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