lunes, 12 de enero de 2009

G-12 : La Apostasía más cerca de lo que crees.

Testimonio del Pastor Marcos Andrés Nehoda, de Argentina, en un Encuentro G-12 y consecuencias.


Dicen que para hallar a Cristo hay que ir al Encuentro - ¡no lo crea! Lea la Escritura:“Entonces, si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo, o mirad, allí está, no lo creáis. Porque se levantarán falsos cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos. Ya os lo he dicho antes” (Mateo 24: 23-25)
Siendo muy cuidadoso de la Saludable Enseñanza (traducción más correcta de la expresión ‘Sana Doctrina’) y pastoreando una congregación por veinte años, quedé sorprendido al observar que un hermano de la congregación sorpresivamente me informa que irá a un Encuentro ese fin de semana; que lo ha invitado un hermano amigo de otra congregación; que le aseguran que es algo muy bueno; que no sabe quién lo organiza; que no sabe en dónde se realizará, pero lo llevarán en un bus. Cuando regresa, pide pasar adelante en medio de la reunión y habla maravillas de lo que había experimentado ese fin de semana, utilizando la conocida expresión: “¡El Encuentro es
TREMENDO!”. Se emociona, llora; el público se conmueve… y entusiasma a otros. Y yo, sin saber quiénes son los que lo organizan y qué se proponen, dado que él no me podía dar mayores datos, porque ‘se comprometió a no contar nada’; y mientras tanto, los hermanos y hermanas de la congregación, muy entusiasmados con la expectativa de concurrir al Encuentro, durante un fin de semana. Mientras intentaba averiguar algo, incluso con otros pastores, los cuales tampoco sabían qué era aquello, veía que uno a uno se iban al Encuentro, sin poder impedirlo; porque,
increíblemente, sus mentes habían sido literalmente ‘lavadas’ y, si intentaba detenerlo o
prohibirlo, corría el riesgo de una disgregación en la misma congregación que, un mes antes,
era unida, sana y respetuosa de sus autoridades. Luego, fue mi hermana de sangre y fue también, mi propia esposa. Cuando regresaron, parecían ‘zombis’. ¡Esto era alarmante! ¡Mi propia esposa, que nunca me había ocultado nada; ahora, por orden de los organizadores del evento, nada podía contarme! ¿Podía ser cierto lo que estaba sucediendo?
Me argumentaban: “Si tu esposa y tu hermana, siendo tan espirituales están de acuerdo, ¿no
es acaso de Dios este Encuentro? Ellas tienen el mismo Espíritu Santo que tienes tú”. Pero, algo no funcionaba bien. Me insistían en que yo mismo debería ir, comprobarlo, y así tener autoridad para opinar. Pero no estaba de acuerdo en asistir a un evento, sin saber de qué se trataba y en qué consistía, y quiénes eran los responsables de estos Encuentros. A lo último, me enteré del nombre del pastor que lo organizaba; un total desconocido, cuyo nombre nada me aclaraba el panorama. En mi desesperación busqué al Señor e hice lo que siempre, desde que me entregué a Cristo: “¿Qué dices Tú, Señor?” ¡Aleluya! Mi esposa, luego de dos semanas de abismo, se atrevió a hablar y ROMPER EL PACTO; me contó TODO lo que había sucedido allí. “Sin comentarios”
En medio de las tinieblas de su confusión, ella era fiel al Señor y honesta con su propio esposo. ¡Gloria a Dios! Me enteré de las prácticas horrorosas a que había sido sometida; ella, apenas se daba cuenta de lo que había experimentado. Tuve una increíble visión: una luz roja se encendió, declarándome que esto era un peligro para la iglesia del Señor. Y luego, Su Voz, que me decía que, aunque Él no aprobaba estos Encuentros, yo concurriese no obstante; porque había un propósito y una misión que iba a cumplir posteriormente.
Cuando regresé del fin de semana, el Señor me dio la victoria completa en mi hogar y en la congregación; la cual me ama profundamente. Pude abrirles los ojos; y entendí que ahora tenía la misión de advertir a todos los cristianos que estuviesen a mi alcance.
Cuando mi esposa escuchó a un hermano decir, con un extraño tono de voz: “Yo no lo reconozco como pastor”, CAYÓ INMEDIATAMENTE UN VELO DE SUS OJOS, según ella lo testimonia; y entendió que estos Encuentros no son de Dios. Su cambio fue instantáneo; la paz y el gozo volvieron a mi hogar; ya no existía más el abismo espiritual. ¡Victoria! Inmediatamente, pedí la ministración de un pastor amigo, para que orara por mi esposa y por mí; e incluso por mi hija, aunque ella no había asistido, para que Dios anulara toda influencia espiritual demoníaca o diabólica en nuestras vidas y hogar.
Creo que es por esta razón que muchos que han asistido a un Encuentro, aún continúan con depresión, amargura y resentimiento por las malas experiencias vividas allí; la influencia ocultista, cual un silencioso veneno, continúa afectando sus vidas.
Sé muy bien quién es el enemigo; pero “sé a Quién he creído, y estoy seguro que es poderoso
para guardar mi depósito para aquel Día” (2º Timoteo 1.12).
La mayoría de las personas que asistieron al Encuentro han experimentado opresión,
depresión, confusión; viejos pecados han regresado, aumentados; el ego ha sido estimulado;
el espíritu de división se ha instaurado, acompañando a la rebelión. Ahora entiendo porqué en
el G12 el sistema es cerrado, propiciando la obediencia ciega, aun, si a todas luces las
decisiones son claramente cuestionables.
Finalizo mis recuerdos comentando que la persona de otra iglesia, que invitó por primera vez a
un miembro de nuestra congregación al Encuentro, sin consultar primero conmigo –lo cual
hubiera evitado todo esto- luego de unos meses me llamó por teléfono y me dijo:
“Todavía ni mi esposa lo sabe; pero ahora que he visto de cerca este movimiento y que
conozco en profundidad las cosas que se hacen allí, he decidido retirarme de la iglesia en
donde me congrego, para nunca más volver; porque he comprobado que contiene prácticas
del ocultismo y de la Nueva Era”.
No me mueven el rencor ni la sed de venganza; me mueve el deseo de que muchos ojos
espirituales sean abiertos y vuelvan a la sencillez y claridad de Las Sagradas Escrituras, La
Santa Biblia que es La Palabra de Dios única, inerrable, plenaria; cuyo Canon compuesto porlos
sesenta y seis libros ha sido cerrado y nada puede agregarse ni quitarse. (Apocalipsis 22.18-
19).


“El logo del G12. Representa toda la Tierra tomada por la visión de gobierno de los doce... No
es otra cosa sino el planteamiento estratégico del Nuevo Orden Mundial”
Mi experiencia en un “Encuentro”del G12
Lo primero que uno oye hablar es acerca de los Encuentros: ‘Encuentro con Dios’. Te dicen que
es algo que nunca experimentaste; que lo necesitas, que te hará bien. Que no te pueden
comentar qué es; pero que son tres días de mucha bendición, en los cuales Dios te va a hablar.
Que tienes que prepararte para ello. Debes asistir al Pre-Encuentro. De últimas, si no has
podido asistir al encuentro previo, lo más importante es que debes estar en oración, para que
Dios esté preparando tu vida para esos tres días, en los cuales tu vida cambiará.
Claro, uno se resiste al principio, porque parece una invitación a convertirse a Cristo. Pero te
invitan a ti, que ya eres del Señor. También te aclaran que allí van todos: creyentes e
inconversos.
No puedes ir con tu propio automóvil, ni en tren, tampoco en bus. Tienes que aceptar viajar en
los buses arrendados especialmente para la ocasión. Deberás abonar una suma, que no es ni
mucho ni poco; es una cifra respetable: $ 50= o U$S 50.
En todos los casos el Encuentro con Dios se realiza desde el viernes a la noche hasta el
domingo a la tarde, en un lugar muy apartado. Cuando uno llega al lugar, se da cuenta que,
aunque quisiera, no puede regresar por sus propios medios: estás en medio del campo, en una
ruta alejada.
Se experimenta un cierto temor, una cierta indefensión; pero ya es tarde. “¡Bienvenido!
Hombre de Valor” Ésta es la credencial que nos entregan al ingresar al Encuentro de Varones,
ya que no es mixto.
Ingresas a un salón previamente dispuesto, con altoparlantes poderosos y música suave
grabada, que se escucha constantemente incluso, cuando habla el orador, cuando se está
desayunando, almorzando, merendando y cenando; y también muy tarde por las noches,
cuando cada encuentrista se retira en silencio a descansar.
La presentación es típica de una empresa piramidal, de aquellas que te ofrecen la venta de un
producto sensacional, como ser, un champú que sirve para lavar el carro, los platos, el piso y
aun el cabello; también, sirve para lavar la ropa.
“Cada veinte/treinta minutos Dios te va a sorprender” repite el presentador constantemente,
con una voz fuerte y animosa, típica de un programa televisivo. “¿Cómo es el Encuentro?” (Y él
mismo te enseña a responder) “¡Tremendo!”. Otra vez: “¡El Encuentro es Tremendo!”
La voz del que habla es cada vez más fuerte; tanto, que algunos buscan sentarse más atrás,
para estar lo más alejado posible de los altoparlantes.
Todos están expectantes, intimidados, asustados, tensos, con dudas. Te enseñan que debes
tener una actitud humilde; aquí no valen los títulos ni los cargos; pastores y miembros son
todos iguales; no hay ninguna consideración especial para nadie.
“Un 'Encuentro' del G12 en cierto lugar”
Utilizan La Biblia y cierto Manual, por el cual se guían en todo lo que realizan. En realidad, no
necesitan La Biblia, ya que los pasajes bíblicos están todos consignados por entero en el
Manual, junto con las citas bíblicas.
Al principio, las enseñanzas parecen todas bíblicas; con una tendencia claramente carismática.
Pero esto se asume con cierta naturalidad. Además, quien ha decidido en último término asistir
al Encuentro, eres tú mismo. Así que, te adaptas o te adaptas. Más te vale ‘demostrar’ que
estás en la misma ‘onda’.
La enseñanza que comienza siendo bíblica va incluyendo, de a poco, conceptos nuevos, que
claramente contradicen La Palabra de Dios. Pero es tan sutil el procedimiento que, el que
conoce poco Las Escrituras, es engañado con facilidad.
Aquí habría que hacer un alto y relatar lo que ocurre antes de ascender al bus que te llevará al
lugar en donde se realizará el Encuentro. ¡Hay un mundo de gente, bolsos de mano y buses
esperando! La iglesia anfitriona reúne a creyentes de otras iglesias, con o sin autorización de
sus pastores.
Pero no va cualquiera; dado que cada uno es minuciosamente detallado y recomendado por
otra persona de confianza. Es muy difícil que vaya alguno para ‘investigar’, para actuar como
detective; a menos que mienta hábilmente. ¿Y qué creyente querrá mentir, nada menos que
ante un Encuentro con Dios?
Una persona habla al grupo de aspirantes a encuentristas y les da una serie de advertencias,
sin detallar lo que se realizará en el Encuentro. La sensación que uno tiene es que será llevado
a la sala de operaciones. La tentación de escapar de este lío es muy grande; hasta el último
momento. Pero la presión de quienes te rodean, conocidos o no, también es grande.
En el trayecto en bus, si se viaja con un conocido es mejor; pero aun así todos llegan a
conocerse y a formar una amistad. Todos parecen contentos; pero están nerviosos. Comienzan
a entonar algunas canciones nuevas, pero muy sencillas, acerca de que el diablo está vencido,
la naturaleza carnal también.
Una vez llegados al lugar del Encuentro, ya es oscuro; quien desee huir no podrá, porque no
hay una sola persona en todo el desolado lugar de campo. No hay ruta conocida. Uno siente
que está preso o secuestrado. Pero, como todos estamos en la misma situación, nos animamos
y consolamos los unos a los otros, disimulando el nudo en la garganta. “¿Dónde me metí?”
“Pero bueno, ya estoy aquí; veré qué sucede”.
Lamentablemente, no puedo afirmar que, “si no me gusta, me voy” ¿Adónde me iré? ¿Cuál es
la ruta? ¿Con qué medios de transporte?
Retomamos el relato de lo que ocurre en el recinto de reuniones. Al poco rato de estar
sentados nos avisan, nos ordenan, quitarnos los relojes, los celulares, grabadores, cámaras
fotográficas, filmadoras, radios portátiles.
Un inspector pasa por cada asiento y se lleva todo. Recuerda que no puedes mentir; eres del
Señor; serás confrontado nada menos que con Dios mismo. Seguramente, si mientes te caerá
un rayo encima. Pero no es por el castigo divino; tú tienes ‘principios’ éticos y espirituales. Por
esta razón has asistido al Encuentro: porque quieres más de Dios.
Como decía, la enseñanza está salpicada de textos bíblicos: comienza siendo bíblica, pero va
incluyendo, de a poco, conceptos nuevos, que claramente contradicen La Palabra de Dios. Es
tan sutil el procedimiento que, el que conoce poco Las Escrituras, es envuelto fácilmente.
Te hablan de la Parábola del Hijo Pródigo. Su regreso al hogar. En vez de ajustarse al relato
bíblico describen al hijo llegando a las puertas de la casa de su padre. Las puertas son
enormes, altas y gruesas. El hijo cae de rodillas al suelo, clama, grita, llora, llama a su padre…
¡qué figura! ¡Cómo impacta! Parece más bonita que la figura pintada en Las Sagradas
Escrituras. Porque una buena parte de la expectativa se rompe, cuando leemos que ya el padre
lo estaba esperando y que, viéndolo de lejos, corre a recibirlo. Pero la figura que te pintan,
ajena a La Escritura, contiene una fuerte carga emocional: el hijo ruega al padre, para que
éste lo reciba nuevamente en casa; el padre no oye, porque los muros son altos y las puertas
son gruesas. En realidad esto atrae, porque los méritos recaen en el hijo, que se esfuerza en
lograr la atención de su padre.
La realidad es muy distinta: es Dios que busca a la humanidad, es el Señor quien se esfuerza
hasta la muerte, para labrar nuestra Salvación. Los cambios sutiles se suceden uno detrás del
otro. Te dicen que debes ponerte de rodillas, con la frente en el suelo y clamar a Dios por tu
vida, hasta que Él se digne a escucharte; si lloras, gimes, luchas como lo hizo Jacob en Peniel,
hasta vencer a Dios y obtener la Bendición.
Ahora eres un gusano y te arrastrarás por la tierra; no vales nada; eres un miserable pecador.
Tus títulos y cargos no sirven, no eres nadie.
“Adorando un pedazo de madera en el Encuentro”
No quiero que me laven el cerebro; hago como que tomo notas, utilizando la birome y un
cuaderno que nos fueran entregados, y a escondidas anoto: “Esto no es cierto, La Palabra de
Dios dice así y así; esto tampoco acepto, lo rechazo, es contrario a Las Escrituras”. Cada frase
sacrílega que afirman y repiten es rechazada por mí, con otra frase basada en La Santa Biblia.
¡Cómo agradezco el haber leído y estudiado concienzudamente Su Palabra!
¿Qué hubiera hecho, sin el conocimiento bíblico? ¿Con qué argumentos mi mente y mi corazón
se hubieran defendido?
Uno tras otro se suceden los disertantes, y somos bombardeados con nuevas ideas, sin darnos
tiempo para meditar y razonar, si estas cosas son así (Hechos 17.11). En un momento dado
presentan al principal del Encuentro, el cual dará la disertación central. “Lo recibimos con un
fuerte aplauso a Cristo” Todos tienen que aplaudirlo; se incentivan los aplausos afirmando
(¡increíble!): “Ud. está aplaudiendo al mismo Dios”, “Usted está aplaudiendo a Cristo”.
Euforia
“Ríete” te dicen; “mañana no serás el mismo”. Di a ti mismo: “Yo no seré el mismo”. “Mira a
tu compañero de asiento y ríete; larga una carcajada y ríete; no vas a ser igual”.
“Es tiempo de Confrontación”. “Has tenido problemas con el faraón, para venir aquí”. “Dios
espera que dispongas tu corazón para:
1) Tres días de confrontación;
2) Encuentro genuino con Jesucristo;
3) Comprender quién eres y para qué eres;
4) Un lugar de transformación;
5) Éxito: depende de ti el éxito de tu encuentro con Dios;
6) Atrévete a confiar”. “Él tratará contigo, aun cuando duermas”.
(Anoto en mi cuaderno: Todo esto mismo se podría decir, sin gritar tanto).
Pacto de silencio
Viene la sorpresa: “Ya le entregaste tu reloj, tu celular, tu tiempo, tu familia; ahora Él quiere,
pide, tus palabras”. “¿Te animas a entregarle a Dios tus palabras?”. “Vamos a hacer un pacto
de silencio”. “No conversarás con tus hermanos en estos días, no desarrollarás ninguna
conversación”. “Sólo puedes hablar con un colaborador”. “Sí puedes declarar tu alabanza o
consignar afirmaciones por escrito”.
“Dí ahora: ‘Prometo no entrar en diálogo con mi hermano; ofrendo a Dios mis palabras”
“En los Encuentros se obliga moralmente a la gente a callar y no divulgar nada de la
experiencia que ha tenido en dicho encuentro”
El primer día es confrontación, Betel, y una segunda oportunidad: Peniel. Así como Jacob
reconoció que había perdido lo que había encontrado en Betel por gracia, ahora en esta
segunda oportunidad, Peniel, la Bendición la habrá de obtener por luchar.
El segundo día es muerte y sepultura. “Hoy es el día más importante de tu vida”, te dicen.
Anoto en mi cuaderno: ‘Al fin, el encuentrista se adapta, se somete, porque vino para recibir
más de Dios. Pero sucede como cuando uno va al restaurante y es mal servido por el mozo.
Para no arruinar el momento de la comida y pasarla mal, uno se resigna a los malos tratos’.
Falsas liberaciones
“Ahora vas a vomitar tu pecado. Abre tus piernas”. Decenas de servilletas o pañuelos de papel
son distribuidos. Algunos comienzan a vomitar y los asistentes pasan asiento por asiento
limpiando el suelo. ¿Cómo pudo suceder esto?
La presión sicológica es muy grande y uno asiste ya predispuesto a todo. Y si no venías
predispuesto, conocen ellos los mecanismos que tienen que accionar para tu quiebre.
Regresiones
“Te vas a sentar en el suelo, en círculo. Tienes que cerrar tus ojos”. Una voz de mujer
comienza a hablar y luego se escucha la voz de un varón.
Te hacen descender año tras año, describiendo las generalidades de tu vida, imaginando los
problemas que has tenido, hasta el feto mismo. La voz de la mujer puede representar a tu
madre o abuela. La voz masculina puede significar a tu padre o abuelo (ya fallecidos o no) o a
tu pastor. Te invitan a perdonarlos. Tienes que acercarte a esa mujer y a ese hombre, por
turnos uno a uno y decirles que los perdonas, como si fueran ellos las personas a quienes tú
perdonas. (En un ambiente de tanta emotividad y presión, si te dirían que perdones al diablo,
lo harías).
Presión psicológica
Un joven comienza a reírse a carcajadas, se tira al suelo. El disertante, lejos de molestarse, lo
celebra. Es una buena propaganda de lo que se está logrando. Otros comienzan a hacerlo
también.
¿Qué hora es? Nadie lo sabe, pero debe ser muy, muy tarde. Ninguno puede hablar; es todo
un silencio, lo mismo cuando vas a tu habitación. En los baños ya no hay papel higiénico; todo
ha sido usado para secarse las lágrimas. Todos lloramos, ¡sí, yo también! Es que te presionan
tanto, te dicen tantas cosas; te sientes una basura y recuerdas situaciones tristes de tu vida.
Porque hay un elemento a favor de los disertantes: saben que todos somos pecadores; y
aprovechan esa circunstancia. Te usan; ésa es la expresión más exacta. Pero, ¿no hacen lo
mismo muchos pastores en sus cultos?
Los pañuelos que has traído contigo están todos mojados; así que, recibes con agradecimiento
los pañuelos de papel que distribuyen, los cuales son reemplazados continuamente.
Todos lloran: en el recinto, en los baños, en el lugar de la frugal cena, en el sendero que te
lleva a tu habitación, en las habitaciones, en cada cama. La música no para nunca.
Pero yo burlé a la vigilancia; desconfiado, previamente escondí un reloj en la mochila que dejé
en mi habitación. No mentí; en el salón no lo tenía. Disimuladamente miro la hora: dos y
media de la madrugada. A las siete de la mañana estaremos nuevamente en pie…
Todos desayunamos en silencio; mucha gente, pero nadie conversa, nadie emite una sola
palabra. Y la música… la música se escucha en tu habitación, en el salón de reuniones, en los
baños, en el comedor, en los senderos: “Tus Ojos revelan que yo, nada puedo esconder… sé
que es Tu fidelidad”. La canción se repite una y otra vez, sin fin.
Las hojas clínicas
Otra vez ocurren las mismas cosas en el salón de reuniones. Hay gente que ríe
descontroladamente, que se tira al piso. Otros lloran todo el tiempo. Tienes que marcar con
una X los pecados que has cometido en tu vida, perdonados o no, antes o después de tu
conversión.
Bueno, tu conversión, tu bautismo y membresía y aun tus cargos no sirven para nada aquí.
Porque te están predicando nuevamente; ya me convencí con horror que el mensaje que
escuchamos no es para los ocasionales inconversos aquí presentes; es para los creyentes
especialmente.
Porque solamente la presentación que ellos hacen del Evangelio es lo que tiene valor; lo que te
han predicado en tu iglesia no sirve en absoluto.
También, tienes que marcar con una X los pecados de tu madre, tu padre, tus abuelos,
abuelas, bisabuelos, tatarabuelos y los ascendientes que recuerdes. No debes olvidarte de
ninguno. Todo pecado no confesado no será perdonado. Debes levantar en alto las listas de
pecados y renunciar a ellos.
“Cruz del G12 con sus hojas clínicas”
Un ataúd para cada encuentrista
Por en medio de la nave central del salón aparece ¡un féretro! transportado por cuatro
personas. Instintivamente, uno mira dentro del féretro, para ver si hay un cadáver allí dentro.
Porque a esta altura de la reunión ¿o de la sesión? uno puede esperar cualquier cosa.
Nos inclinamos para mirar… pero nos indican que el cadáver somos cada uno de nosotros, el
‘viejo hombre’. Dentro del féretro tiramos las listas de los pecados y acompañamos a la
comitiva fúnebre, al ‘cementerio’.
En el ‘cementerio’ nos encontramos con una inmensa fogata. El féretro con los papeles dentro,
que contienen las listas de pecados de todos los asistentes y de todos sus familiares, es tirado
a la fogata. Una persona tira su chaqueta, otra tira un pulóver, algo personal. El fuego se eleva
aún más. “El que no salta es un viejo, el que no salta es un viejo” Y todo saltan, saltamos. “Se
murió, el viejo se murió, el viejo se murió, el viejo se murió. Se murió…”.
Todos cantan enloquecidos; la presión a que hemos sido sometidos se desinfló. La gente está
feliz…
Confrontación, Betel, Peniel, Muerte (hoy sábado 21 de septiembre es Día de la Primavera) y
mañana domingo, Resurrección.
Regresamos al salón. Dividen a la multitud en dos bandos: los que tienen el Bautismo del
Espíritu Santo con la evidencia del hablar en lenguas y los que no, en ambos extremos del
salón, con las sillas apiladas aparte.
Los que no han recibido el Bautismo mencionado tienen que cerrar sus ojos. Yo los cierro y
entrelazo mis manos hacia adelante. Me corrigen: los brazos a ambos costados, libres. Mi
única manifestación fue llorar y reírme un poco. Pero todo lo demás lo rechacé.
Con tanta presión sicológica creí tener una visión: un montón de basura increíble y una
Persona vestida de blanco que aparece, que me pareció era el Señor.
Pero no permitiré que me quiebren. Conozco las técnicas de lavado de cerebro y quiebre
mental. Leí mucho acerca de los cristianos perseguidos en los países en donde funciona la
iglesia subterránea. Instruyen al otro grupo para que, al contar uno, dos, tres y ¡ya! todos
corran hacia el otro extremo del salón, en donde estamos nosotros.
Con los ojos cerrados percibo como si una manada de cientos de búfalos arremetiera contra
nosotros. También, me parece que son demonios, porque se abalanzan contra nosotros
gritando enloquecidos, furiosos. Uno me grita en un oído, otra persona me grita en el otro
oído. Un tercero grita frente a mi rostro: “¡Recibe! ¡Recibe! ¡Recibe!”.
Me golpean en el pecho, me empujan haciendo presión en mi frente, para que caiga hacia
atrás. Insisten, pero nada. Vienen refuerzos y, uno a uno, caen al suelo; menos yo.
Estoy contento. Vencí a todos los demonios; no pudieron conmigo. ¡Gloria a Dios!
Por primera y única vez hacen pasar a los pastores adelante. No podía creer que hubieran
hecho esta distinción; muchos sabrán ahora, que soy pastor de una congregación.
Nos alineamos delante, y el principal con su esposa (que también hablaron y representaron a
los familiares en los círculos en el suelo) comienzan a ministrarnos, mientras la música es
puesta a todo volumen y los asistentes gritan. Tal es la confusión, el ruido, la música y el
griterío, que no me doy cuenta cuando me ponen aceite en mi frente.
Apenas escucho la oración que me están elevando. Como estoy con los ojos cerrados, siento
que mis piernas se aflojan, me baja la presión sanguínea. Clamo al Señor: “No permitas que
esta gente me venza; Tú sabes que todo esto es presión psicológica, humana; si caigo al suelo
creerán que han tenido la victoria”
Pero no caigo al suelo. Nadie, ni siquiera el principal pudo vencerme. Me siento victorioso,
fortalecido. Sin embargo, no soy tan necio para creer que fue mi fortaleza. Fue el Señor que
me dio la victoria. Ahora, estoy mejor preparado para cuando en un futuro tenga que ser
sometido a una presión semejante, si llego a ser un cristiano perseguido como en otros países.
Luego de esto, la alegría reina en el lugar. Todos (menos yo) comienzan a bailar, a danzar, a
reír, a gritar. Nuevamente la música es puesta a todo volumen. Te dicen que, para recibir la
Unción, debes tocar, abrazar al principal; ya que la Unción se transmite de persona a persona.
“Compulsivamente agarrando la cruz del Encuentro del G12. Una forma de idolatría patente en
los Cursillos de Cristiandad del Opus Dei”
Todos se desesperan por tocarlo, como los católicos hacen cuando quieren tocar y besar una
imagen. Lo abrazan, lo tiran al suelo. La idolatría que veo es repulsiva. Jamás haré cosa
semejante.
Recuerdo cuando a Bernabé y a Pablo en Listra los llamaban dioses y trajeron guirnaldas y
querían ofrecerles sacrificios. Pero ellos rasgaron sus ropas y dando voces les dijeron:
“Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros” (Hechos 14.11-15). No, ellos no
aceptaron la gloria que sólo le pertenece al Señor.
Ahora reina la alegría; todos están contentos. Hoy es día de Resurrección. El principal llena
una vasija con vino tinto. Y comienza a tirar el vino por todo el salón, manchando las ropas de
los asistentes (menos a mí, que me he alejado). “¡Reciban la Unción, reciban el Gozo!”
Increíble, te entregan un Certificado de Nacimiento:
“En la Ciudad de… a los… días del mes de… del año… CERTIFICO el nacimiento de… Y para que
así conste, firmo el presente”. ¡Tú mismo debes firmarlo! ¡Debes hacerte responsable! Pero,
¿acaso no he nacido de nuevo cuando entregué mi vida al Señor Jesucristo, a la edad de trece
años? Si ahora certifico mi nacimiento (¿quién soy yo para certificarlo? es el Espíritu Santo el
que da testimonio, Romanos 8.16) entonces debería ser también bautizado.
Te reparten otro documento: “PACTO – Responsabilidad sin límites – Una entrega total” “Yo…
me comprometo a firmar bajo un pacto:
- A ser parte de un equipo y trabajar en unidad, desechando todo individualismo.
- Tendré en cuenta al equipo, ante cualquier decisión.
- No buscaré el beneficio propio, sino el del equipo”.
Siguen otros compromisos, de consagración, perdón. Finaliza el documento:
“Bajo esta declaración, y en forma voluntaria y responsable, firmo delante de Dios y de la
iglesia, mi compromiso”.
Te entregan una carta de parte del principal que, entre otras cosas, dice:
“Sé que este tiempo fue un tiempo para parar de muchas rutinas diarias, para participar de
este ENCUENTRO, lo cual lo podemos describir con estas palabras: que es TREMENDO… Esto
sólo es el comienzo de algo TREMENDO y maravilloso. Y vemos detrás a multitudes llegando a
los pies de CRISTO a través de tu vida y ministerio”.
Finaliza el pacto de silencio, ahora podemos hablar, conversar. Recibimos una sorpresa: la
correspondencia de nuestra familia y de nuestra congregación y amistades, preparada de
antemano.
Se viene el regreso al salón de la iglesia anfitriona, la que recibió el dinero de cada uno de los
participantes que, descontando los costos, les deja una ganancia del 60 % de lo abonado.
En el trayecto de regreso, se entona: “Un minuto de silencio para el diablo, que está muerto”
(Pero La Biblia dice que el diablo está como león rugiente - 1º Pedro 5.8).
Allí nos esperan nuestros familiares, a puertas cerradas. Porque en un momento dado, las
compuertas de la capilla se abren y entramos nosotros, los ‘hombres de valor’ los nuevos
hombres, los santos, los llenos del Espíritu, los vencedores, los nuevos líderes, los espirituales.
Porque así como te humillaron en el Encuentro, también te exaltaron hasta lo sumo, para que
en el nombre de…
Y comienza el baile; todos bailan, danzan, hacen el trencito. Luego vendrá el Post-Encuentro.
Pero nunca más me verán allí.

En la iglesia que pastoreo me veré en un grave problema: los hombres de valor me citan para
anunciarme que quieren conformar ellos una Junta pastoral y todo lo deberé consultar con
ellos, los cuales tomarán las decisiones.
Nuevamente tuve victoria en el Señor. Dios deshizo la obra del enemigo.
Pero lamento en el alma que dos familias se retiraran de la congregación. Tuve la inmensa
alegría que el matrimonio de una de ellas viniera después de un año, a pedir perdón. Ellos se
han mudado y viven muy lejos como para regresar a nuestra congregación.
Con la otra familia, aunque no han vuelto, tenemos una excelente relación. Hoy solamente
quedan algunos conceptos errados que, de a poco, voy corrigiendo.
Dije al principio que, lo primero que uno oye es acerca de los Encuentros. Con el tiempo uno
aprende que detrás de todo esto está el G12, las reuniones en hoteles denominadas ‘Hombres
de Valor’, los Congresos ministeriales en donde te ministra un apóstol. Mega iglesias, la Iglesia
del Tercer Día, Maldiciones generacionales y tantos términos nuevos.
Tuve que asistir también, porque sin avisarme y sin mi conocimiento empezaron a robarme
uno a uno los miembros, para concurrir al Encuentro. Cuando me enteré de esto, corría el
peligro de sufrir una disgregación en la congregación. Y, si no asistía, no tenía argumentos de
primera mano.
Si bien es cierto que el Señor eligió a doce varones para que fuesen sus discípulos, no era un
método; si así fuese, habría que admitir que le falló; ya que quedaron solamente once.
No vemos a los discípulos enseñando cada uno de ellos a otros doce y éstos, a su vez, a otros
doce. Qué extraño que en los Hechos de los Apóstoles y en las cartas y epístolas no se
mencione en detalle tal método.
Se habla de enseñar a hombres idóneos para que, a su vez, éstos enseñen a otros. Pero no se
menciona el número doce. Tampoco Las Escrituras afirman que en cuarenta días tu vida va a
cambiar.
Dios les bendiga.
© Marcos Andrés Nehoda, Pastor

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