
Daniel, cuyo nombre significa “Dios es mi Juez”, es una persona con ciertas características muy especiales. Dios es el que mide y evalúa a hombres y mujeres como estos, están buscando siempre el rostro de Dios (buscan su opinión y aprobación), más allá de parámetros humanos, no se comparan hacia el lado ni hacia abajo sino hacia arriba. Busca a Dios y no a los hombres. Se pregunta qué piensa Dios de él. Su búsqueda de Dios es vehemente, es capaz de dejar muchas cosas, aun cuando no sean pecado (vs. 2-3).
El personaje con quien se encuentra Daniel, no es otro que Jesús “preencarnado”. La descripción física podemos asociarla fácilmente a la descripción de Jesús glorificado que nos da Juan en Apocalipsis 1:13-15 “y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas.”
-Varón; -Cinto de oro; -ojos como fuego; -pies como de bronce bruñido; -voz fuerte, estruendosa (con autoridad); -rostro resplandeciente.
Además, hay un símil en la reacción de Daniel y Juan ante Jesús. Dn. 10:8-10/
Ap. 1:17
El espíritu diferente de Daniel, hace que sea de los que soportan estar en la Presencia de Dios y buscar más de ella, cuando otros huyen (vs.7).
Créeme, cualquiera de nosotros querría huir de Dios si pensamos que los pecadores no pueden estar delante de Él, si pensamos que destruyó a Sodoma y Gomorra con fuego, si pensamos que Ananías y Zafira murieron por mentir. Pero Dios abre el cielo para personas como Daniel, que están dispuestos a estar delante de Dios y ser levantados por su Poder.
Que Dios te bendiga.
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